Este libro no es, bajo ninguna circunstancia, un acto de renuncia, es, en todo caso, un acto de asunción en cuya penitencia pueden intuirse los pecados. Con paradigmas básicos, que no simples, concreta estos pliegos cogitantes en los que coexisten los testimonios de un nihilista a contrapelo con ciertas ¿fantasías? hedonistas en este ejercicio confesional carente de mitos y antifaces que vislumbran sus arrecifes almáticos y los de sus semejantes.
En ninguna de sus sílabas encontramos rubor o titubeo por concretar esa rara alianza entre un ritmo y un rito triunfante que desde lo más profundo de su naturaleza lúdica se nos entrega como amante plena. Tampoco es perceptible en la consonancia de sus rimas pretensión alguna para competir con la estridencia ni con el porvenir de estos relámpagos de mayo que en su coro de luz y asimetrías, junto conmigo, le damos la bienvenida a este onomástico de vida que se llama Ni poeta ni agachado, sólo intimidad.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
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